Como consecuencia del frío y del fuerte viento, así como por el uso más frecuente de las calefacciones en invierno, nuestros ojos pueden sufrir con mayor probabilidad sequedad ocular, por una mayor rapidez de la evaporación de la lágrima de la superficie ocular.
Estos cambios constantes de temperatura pueden perjudicar aún más nuestra salud ocular en enclaves nevados dada la mayor incidencia de rayos UV del sol que se reflejan en la nieve.
Las molestias más comunes ante esta falta de hidratación de nuestros ojos es picor, escozor y hasta visión borrosa.
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